Con las revoluciones tecnológicas del siglo XX y la consolidación de la sociedad de la información, las rutinas escolares separatistas de lo audiovisual se vieron afectadas. Digamos, que la escuela, por supuesto con dificultades a bordo, empezó a recibir el lenguaje computacional y a modificar sus prácticas pedagógicas y formativas invocando los sistemas informáticos y el internet.
El posicionamiento que el séptimo arte ha logrado en las escuelas le ha significado un braceo a contracorriente. Su relación con la pedagogía resulta propia de amores y odios. En un principio, el cinematógrafo fue aplaudido por su capacidad didáctica. Al punto que en Latinoamérica, en 1897 el Doctor Alejandro Posadas, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, con astucia pionera enseñó a sus alumnos a través de las imágenes de dos operaciones que filmó para reproducirlas como método instructivo. Ya para mediados de los treinta, la proscripción del cine en el aula fue sentenciada por los dirigentes del mundo escolar. El temor a lo desconocido se impuso y algunas teorizaciones que hoy por hoy todavía tienen cabida señalaron que el cine tenía la capacidad de provocar desórdenes mentales y propiciar amoralidad. Recientemente, de veinte años para acá, esa tendencia empezó a modificarse. La masificación de la televisión y de sus imágenes al alcance de los niños en la ausencia de sus padres, obligó a la escuela a repensar las virtudes del cine y a integrar sus iconografías para tener la posibilidad de tutelarlas y guiarlas.
Y en esas estamos. Se puede decir que son más los avances teóricos y las banderas verdes que se agitan desde la academia que el matrimonio consumado del cine y la escuela. Hace pocos dias encueste a un pequeño grupo de maestros en Chaclacayo y Chosica; y descubrí que solamente el 1% del profesorado acudía a las películas como insumo pedagógico. Entonces me hice una pregunta ¿La escuela se habrá aventurado a hacer del cine una fuente de saber?
La escuela tiene el deber de brindar oportunidades, de enseñar a pensar y el cine es una herramienta perfecta para señalar un horizonte mejor.
Pero el mundo de la imagen puede ser perjudicial para los niños si los adultos no les enseñamos a adoptar una actitud crítica ante lo que ven y a aprender de la secuencia de imágenes que están contemplando.
No podemos olvidar que el niño de hoy adquiere muchos conocimientos de forma indirecta, mediatizados por los medios de comunicación de masas. A través de la imagen y del sonido, nuestros alumnos reciben una magnitud de información que era impensable cuando la transmisión se hacía, casi exclusivamente, a través de los libros.
Por lo expuesto anteriormente, reconociendo que el mundo de la imagen ocupa un lugar cada vez más importante en nuestra sociedad, decidí escribir este artículo y reconocer la importancia de lo audiovisual como medio de expresión complejo y original.
Creemos que el cine puede desarrollar en los niños unas capacidades mentales diferentes a las desarrolladas con la lectura y la escritura. Es indiscutible que determinados tipos de información se transmiten mejor por la imagen en movimiento.
Hoy en día, se asiste a las salas de cine de manera esporádica para ver la película de moda, para disfrutar de la compañía de nuestros círculos de amistades, o simplemente para desconectar y dejar la mente en blanco. En pocas ocasiones nos damos cuenta de lo que el cine puede aportar, tanto a jóvenes como a adultos, en materia de educación y todas sus variantes.
Una ventana hacia otros mundos y culturas, formas de ver una realidad inconcebible, la interiorización de percepciones que pueden conformar nuestra actitud, eso es el cine. Ejemplo de ello son películas como Blade Runner, que nos traslada a la visión del año 2019 que se tenía en 1982, un retrato perfecto de la deshumanización del hombre y la humanización de las máquinas, tal y como ocurre hoy en día. Otras películas, como Apocalypto, nos sacan de la butaca para llevarnos miles de años atrás y conocer las costumbres, creencias y modo de vida de civilizaciones extintas. Producciones de animación como UP, con un mensaje de refuerzo positivo que puede ser diferente dependiendo de la edad del público.
Hay que apreciar lo que el cine nos puede ofrecer, no solo la historia que nos cuenten, sino detalles subliminales como la banda sonora o la fotografía que son parte esencial de un todo. Como dijo Ingmar Bergman: “Ningún arte traspasa nuestra consciencia de la misma forma que lo hace el cine, tocando directamente nuestras emociones, profundizando en los oscuros habitáculos de nuestras almas”.
Hay que subrayar la importancia de esta herramienta para la comunidad docente, fomentar su uso como un recurso eficaz en determinados campos por los beneficios que puede suponer a los más pequeños.
Desde aquí animo a todos los lectores a que aprendan a educar con el cine, a que aprecien los detalles más nimios de la mirada de otra persona y que se dejen llevar por mundos imposibles.
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