jueves, 31 de mayo de 2018

La importancia del Método Montessori en el siglo XXI

Hace alrededor de cien años la Dra. Montessori concibió un nuevo método educativo basado en la estimulación y el respeto. Al complementar éste método con su formación en medicina, psicología y antropología, desarrolló su filosofía de la educación basándose en observaciones reales a niños.
El método tiene más de 100 años, pero aún hoy es uno de los modos de enseñanza más eficaces. Se pueden ver ejemplos del método Montessori en el nivel de educación inicial, y continúa a lo largo de todo el proceso de educación para lograr un desarrollo de la libertad. También se ha mostrado muy eficaz en estrategias de educación especial.
Este sistema de educación es a la vez una filosofía de desarrollo del niño y un fundamento para orientar ese crecimiento se basa en dos importantes necesidades del desarrollo de los más pequeños.
1. La necesidad de la libertad dentro de los límites.
2.Un entorno cuidadosamente preparado que garantiza la exposición a los materiales y experiencias.
El objetivo principal del metodo Montessori es ayudar a que cada niño a alcance su máximo potencial en todos los ámbitos de la vida. Las actividades promueven el desarrollo de habilidades sociales, el crecimiento emocional y la coordinación física , así como la preparación cognitiva para los futuros esfuerzos académicos intelectuales. El método Montessori permite que el niño experimente la alegría de aprender, el tiempo para disfrutar el proceso y asegure el desarrollo de su autoestima. Proporciona las experiencias a través de las cuales los niños crean sus conocimientos y les prepara para las muchas experiencias que ofrece la vida. Montessori descubrió que los niños pasan por fases de interés y curiosidad, que ella denominaba “periodos sensibles” del desarrollo en esta etapa temprana de su vida. La Dra. Montessori describe la mente del niño desde el momento del nacimiento hasta los seis años de edad como la “mente absorbente “. Es durante esta etapa que un niño tiene una tremenda capacidad de aprender y asimilar el mundo que le rodea , sin esfuerzo consciente. Durante este tiempo, los niños son particularmente receptivos a ciertos estímulos externos .
En esencia, el método Montessori se basa en la observación de la capacidad de los niños para “absorber como esponjas”, como la propia María comentaba, todo lo que hay a su alrededor, además de diversos materiales que pueden manipular y despertar su interés. Se emplea lo que un niño hace de manera natural sin la ayuda de una persona mayor, para que ellos mismos sean sus propios maestros.
El metodo Montessori consiste en darle cariño y comprensión a los niños, y por muy pequeños que sean, son individuos con autonomía; esta es una de las bases de este método y una de las razones por las que ha perdurado en el tiempo y sigue dando buenos resultados. Por ello se han desarrollado diferentes modos de adaptación a todos los ámbitos de la enseñanza, y podemos ver ejemplos del método Montessori para aprender a leer, para mejorar las capacidades cognitivas y hasta para entablar relaciones sociales con otros niños y adultos.
María Montessori se dio cuenta de que los niños tienen diferentes etapas en las que se muestran especialmente sensibles a los estímulos que hay a su alrededor, y que usarlos desde una edad muy temprana permitía que el proceso de aprendizaje fuera ameno y se reforzara su autoestima. De ahí que los niños con los que se emplea el método Montessori, la lectoescritura y las artes plásticas arrojen resultados muy positivos desde una etapa inicial. La edad ideal para comenzar con este método sería la más temprana posible, ya que se considera que desde el momento en el que se nace hasta los 6 años se tiene una gran capacidad de aprendizaje, y si no se aprovecha, pasado ese tiempo hay problemas importantes en el modo en el que se estudia y se percibe la educación. Un entorno adecuado Con el fin de que el aprendizaje se haga ameno y sea eficaz, es importante cuidar el entorno en el que se desarrolla este método. Tanto en el método Montessori para aprender a leer como en todo lo demás, todo debe estar adaptado al tamaño del niño, con mesas y muebles que faciliten el acceso a los materiales, sin que los tenga que pedir ni requiera la ayuda de un adulto. También se cuida la decoración para que sea de su agrado, y todo está pensado para incentivar a los pequeños a crear una especie de colectivo social que ellos mismos controlen. De este modo se potencian las características intelectuales, emocionales y de comunicación con los demás. Gracias a este método, la lectoescritura y otros campos resultan divertidos y amenos.
Todo el salón Montessori está diseñado para permitir que el niño llegue a ser independiente los materiales son de tamaño infantil y el equipo se presenta de una manera ordenada en estantes bajos que son de fácil acceso para los niños . El equipo es estéticamente agradable y se cuida meticulosamente para animar a los niños a cuidar de los materiales también. Los niños entre las edades de dos y medio y seis se agrupan en su propia “mini”sociedad. Los niños más pequeños aprenden viendo a los niños mayores y los mayores se benefician al ayudar a los niños más pequeños. El grupo de edad mixto permite a los niños desarrollarse social , intelectual y emocionalmente. En una escuela Montessori, verá que los niños eligen sus actividades de manera independiente y cambian de una actividad a otra, siempre devolviendo las cosas al lugar de origen después de que las han utilizado. Usted experimentará una atmósfera de calma y verá a niños pequeños concentrarse por periodos sorprendentes de tiempo. Los niños trabajan individualmente, en grupo o con un amigo. La mañana debe durar un mínimo de tres horas en las que no existe un “calendario “fijo. Los grupos surgen de forma espontánea en vez de a una hora fija cada día. Maria Montessori observó que este período ilimitado de tiempo era esencial para que los niños desarrollen el tipo de concentración que se ve cuando un niño se involucra con algo que es esencial para su desarrollo . No hay límites de tiempo para el niño que puede funcionar con cualquier cosa que elija durante el tiempo que a él le gusta . Lo que se conoce como el “ciclo de trabajo de tres horas ” Un salón de clases Montessori tiene un concurrido ambiente productivo donde la alegría y el respeto abundan. Dentro de este entorno enriquecido, la libertad, la responsabilidad, y el desarrollo social e intelectual florece de manera espontánea. Los materiales del Método Montessori Proceden de las observaciones de la Dra. Montessori de las actividades que los niños disfrutan y repiten varias veces. Estas observaciones la llevaron a diseñar una serie de materiales correctores multisensoriales, secuenciales que facilitan el autoaprendizaje. El plan de estudios se divide en cuatro áreas principales. La vida práctica no sólo da a los niños la oportunidad de practicar las habilidades de la vida cotidiana, sino también les ayuda a desarrollar la concentración y el desarrollo de la coordinación de la mente y el cuerpo. Los materiales sensoriales aprovechan el hecho de que los niños usan sus sentidos para aprender. A través de estos materiales se les anima a ordenar y clasificar las propiedades físicas del mundo en que vivimos. Los materiales para las matemáticas Montessori ayudan a los niños a aprender y realmente entender los conceptos matemáticos ya que se presentan utilizando materiales concretos . Los niños se preparan para escribir y leer (material de lenguaje) desde el momento en que entran en la clase a través de una serie de actividades que se acumulan poco a poco todas las habilidades individuales necesarias para que, cuando estén listos , es simplemente una progresión natural. Geografía , historia , biología , botánica , zoología , el arte y la música están cubiertas con una enfoque práctico que se basa en el hecho de que los niños aprenden más efectivamente de sus propias experiencias .
En la filosofía Montessori no existen propiamente profesores, sino que se habla más bien de guia. La función principal del guia es como diseñador del medio ambiente, especialista, modelo y observador minucioso de la conducta y el crecimiento de cada niño. Los maestros Montessori son facilitadores capacitados en el aula/espacio, siempre dispuestos a ayudar. Su propósito es estimular el entusiasmo de los niños para el aprendizaje y para guiarles, sin interferir con el deseo natural del niño para aprender por sí mismo y llegar a ser independiente. Cada niño trabaja a través de su ciclo individual de actividades, y aprende a comprender verdaderamente de acuerdo a sus propias necesidades y capacidades únicas. En una escuela Montessori, el niño es guiado por un adulto capacitado que le mostrará cómo hacer las cosas que él está listo para después de la cual se puede trabajar con ellos de manera independiente. El adulto observa al niño y no interferirá siempre y cuando el niño está trabajando con el material de manera productiva. Cuando surge una dificultad que es capaz de intervenir y dar ayuda, pero siempre cuidado de no dar más ayuda de la que se necesita. Los niños trabajan a su propio ritmo y se desarrollan naturalmente su propio ritmo y patrón de trabajo . Las necesidades individuales de cada niño se evalúan mediante la observación de manera que se le muestra cosas nuevas cuando está listo en su desarrollo y los nuevos conocimientos siempre se basa en lo que ya sabe . Dado que todo lo que hace en el aula también se prepara para una actividad posterior , el niño es capaz de moverse gradualmente a través de las actividades de desarrollo de sus habilidades sin esfuerzo . El ‘”guía” no está enseñando al niño sino que lo está poniendo a cargo de su propio aprendizaje a través de su propia exploración . Esto puede parecer una distinción sutil , pero es una parte clave del enfoque Montessori.
Teniendo en cuenta que el último propósito del niño es la independencia, como padres pueden adaptar sus casas para facilitar esa gradual adquisición de las habilidades que le ayudaran a lograr esa independencia.
Para crear un ambiente Montessori es necesario aplicar los principios fundamentales: orden, estética, interés y objetivo. Tal y cómo hemos comentado, el método requiere un ambiente preparado. Es recomendable que los padres preparen el ambiente, teniendo en cuenta las verdaderas necesidades del niño y permitiéndole ser autónomo, participar en la cocina, limpieza, responsabilizarse de sus propias cosas, realizar las actividades a su propio ritmo. Encontrar posibilidades de ofrecer a tu hijo la libertad de escoger, elecciones reales y de relevancia. Facilitar a nuestros hijos el tiempo que les permita concentrarse en su actividad elegida sin ser interrumpido o molestado. Incluso la actividad más insignificante puede ser de gran relevancia en su desarrollo interno y es necesario permitirle el tiempo necesario para concentrarse en la actividad hasta que ésta termine. Organiza la casa teniendo en cuenta los “periodos sensibles”. Cuando se le proporciona los medios para aprender durante estos periodos sensibles, tienen la posibilidad de adquirir estas habilidades sin apenas esfuerzo y este aprendizaje formará sus cimientos para futuros aprendizajes en su vida. Los niños durante los primeros tres años de su vida tienen una tendencia muy fuerte hacia el orden, puedes apoyar esta tendencia manteniendo un lugar para cada cosa. Si los niños son expuestos a este ritual diario participarán activamente en ordenar y recoger los materiales después de su uso. Grandes cajas de almacenaje y estanterías inaccesibles no fomentan el desarrollo del sentido del orden en el niño. Las estanterías deberían estar a la altura del niño con cestas y otros contenedores para una selección limitada de juguetes y actividades que puedan llevarse a cabo y ser recogidas después.
Los materiales sensoriales: ayudan al niño a aislar conceptos recibidos a través de los sentidos, tales como; color, temperatura, sabor, tamaño, peso, sonido. También se trabaja el vocabulario correcto.
Los materiales de vida práctica: son materiales de su tamaño, herramientas reales, que reflejan el trabajo que se hace en la casa o en la comunidad (bañar, barrer, poner la mesa, arreglar las flores, trabajo con madera, etc…) Permite al niño imitar las actividades de los adultos que les rodean. Se consideran los materiales más importantes para posibilitar una buena autoestima, largos periodos de concentración, pensamiento lógico, equilibrio y coordinación, psicomotricidad fina y gruesa, resolución de problemas, independencia y cuidado de uno mismo, de otros y del medio ambiente, etc. En realidad, todas las habilidades necesarias en su aprendizaje posterior y en su felicidad como adulto.
Los materiales para actividades académicas: cuando el niño tenga unos cimientos sólidos en relación a sus sentidos y dominio del trabajo de vida práctica, estará preparado para concentrarse en otras área académicas como la lectura, escritura, matemáticas, geometría, física o ciencias naturales.

Aprendizaje Basado en Proyectos

Está más que demostrado que el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) amplía los conocimientos de los alumnos y desarrolla sus habilidades para hacer de ellos personas más competentes. Pero para que esto pueda suceder, es necesario una reflexión muy profunda, que ayude a definir “qué” queremos enseñar, “para qué” lo vamos a enseñar y, sobre todo, “cómo” lo vamos a enseñar.
En este caso, la visión que nos proporciona esta nueva metodología llamado Aprendizaje Basado en Proyectos, considera al alumno como protagonista de su aprendizaje.
Está claro que los alumnos de hoy en día no necesitarán una infinidad de información en su memoria, sino que lo que realmente se valorará y les hará ser competentes, será la capacidad de resolver problemas, ser creativos, innovar, tomar decisiones, trabajar en equipo, y un largo etcétera que poco tienen que ver con saber datos, fechas y otros contenidos vacíos de significado para ellos. Evidentemente, este tipo de habilidades, no se desarrollan con los métodos que hasta ahora se han venido utilizando, y por ello es necesario un cambio en las aulas, un cambio en el que el alumno sea el protagonista de su aprendizaje, y donde el maestro haga de guía y se preocupe de cómo aprende el alumno, en vez de cómo enseñar mejor.

¿Qué queremos enseñar?
Por un lado hablamos del “qué”, que es lo que realmente queremos que nuestros alumnos comprendan. Los docentes debemos seleccionar muy bien los contenidos a la hora de diseñar un proyecto o tópico generativo. Deben ser contenidos abarcadores, motivadores y que provoquen conexiones con anteriores aprendizajes y sobretodo relacionados con situaciones de la vida de los alumnos, algo cercano. Es evidente que seleccionar bien los contenidos a trabajar es clave, pero no tendría demasiado sentido trabajar los contenidos si no sabemos que es lo que realmente queremos que los alumnos desarrollen, qué competencias (aprender a aprender, sentido de la iniciativa, comunicación en diferentes lenguas, matemática y científica, expresión cultural,…) o qué habilidades de pensamiento queremos que consigan a través de esos contenidos.

¿Cómo lo queremos enseñar?
Muchos nos haríamos la siguiente pregunta: ¿y esto cómo lo hago yo en mi clase? El “cómo” es la parte en la que los alumnos deben poner en práctica todo lo que anteriormente hemos venido diseñando. Hasta ahora se vienen realizando actividades que solo medían contenido, pero a través de los desempeños (actividades que conllevan pensamiento), se consigue proponer escenarios en los que los alumnos son quienes tienen que pensar y poner en práctica sus conocimientos en contextos diferentes para ir avanzando en su proceso de aprendizaje. Cuando hablamos de desarrollar habilidades de pensamiento, también nos puede invadir una duda.

¿cómo puedo saber yo como docente lo que está pensando mi alumno y si está adquiriendo las habilidades de pensamiento que me he propuesto trabajar? 
Los estudiantes deberán ser conscientes de sus pensamientos (metacognición) y esto a su vez, se convierte en una herramienta para que los profesores puedan valorar los avances en las habilidades desarrolladas por sus alumnos. Y no solo eso, a la hora de diseñar los desempeños, sería ideal poder hacerlo teniendo en cuenta las Inteligencias múltiples (H. Gardner) y garantizarnos así, que la información que queremos, llegue por diferentes canales a los alumnos, fomentando sus inteligencias más fuertes y colaborando a desarrollar las más débiles. La evaluación Por último y refiriéndonos a la evaluación, ya desde el propio término utilizado se pueden matizar alguna diferencias. Una evaluación consiste en juzgar algo y calificarlo, la valoración, por el contrario, valora algo y ofrece retroalimentación y propuestas de mejora, para que el propio estudiante establezca planes de mejora y de esta manera, sea consciente de los aspectos en los que debe mejorar y en definitiva, hacer realidad esa frase tan utilizada que recalca que el alumno debe ser el protagonista de su propio aprendizaje. En este proceso, herramientas como rúbricas para la autovaloración, escaleras de retroalimentación (alumno-alumno o maestro- alumno) o escalera de metacognición (habilidades de pensamiento), nos resultan muy útiles, ya que los alumnos tienen visible los objetivos y comprensiones a conseguir y pueden contrastar sus logros y establecer planes de mejora.
En definitiva, al trabajar por proyectos o tópicos, se consigue llegar al alumno desde la manera que él aprende y no tanto desde la manera que nosotros enseñamos. También, nos dan la oportunidad de ofrecerles los contenidos necesarios a través de algo motivador, participativo, que fomenta el trabajo en equipo y la creatividad y que además, ofrece espacios para la reflexión personal, ayudándoles así a crecer como estudiante y sobretodo, como personas.

¿Cómo aplicar el aprendizaje basado en proyectos?
1. Selección del tema y planteamiento de la pregunta guía. Elige un tema ligado a la realidad de los alumnos que los motive a aprender y te permita desarrollar los objetivos cognitivos y competenciales del curso que buscas trabajar. Después, plantéales una pregunta guía abierta que te ayude a detectar sus conocimientos previos sobre el tema y les invite a pensar qué deben investigar u que estrategias deben poner en marcha para resolver la cuestión. Por ejemplo: ¿Cómo concienciarías a los habitantes de tu ciudad acerca de los hábitos saludables? ¿Qué campaña realizarías para dar a conocer a los turistas la historia de tu región? ¿Es posible la vida en Marte?
2. Formación de los equipos. Organiza grupos de tres o cuatro alumnos, para que haya diversidad de perfiles y cada uno desempeñe un rol.
3. Definición del producto o reto final. Establece el producto que deben desarrollar los alumnos en función de las competencias que quieras desarrollar. Puede tener distintos formatos: un folleto, una campaña, una presentación, una investigación científica, una maqueta… Te recomendamos que les proporciones una rúbrica donde figuren los objetivos cognitivos y competenciales que deben alcanzar, y los criterios para evaluarlos.
4. Planificación. Pídeles que presenten un plan de trabajo donde especifiquen las tareas previstas, los encargados de cada una y el calendario para realizarlas.
5. Investigación. Debes dar autonomía  a tus alumnos para que busquen, contrasten y analicen la información que necesitan para realizar el trabajo. Tú papel es orientarles y actuar como guía.
6. Análisis y la síntesis. Ha llegado el momento de que tus alumnos pongan en común la información recopilada, compartan sus ideas, debatan, elaboren hipótesis, estructuren la información y busquen entre todos la mejor respuesta a la pregunta inicial.
7. Elaboración del producto. En esta fase los estudiantes tendrán que aplicar lo aprendido a la realización de un producto que de respuesta a la cuestión planteada al principio. Anímales a dar rienda suelta a su creatividad.
8. Presentación del producto. Los alumnos deben exponer a sus compañeros lo que han aprendido y mostrar cómo han dado respuesta al problema inicial. Es importante que cuenten con un guion estructurado de la presentación, se expliquen de manera clara y apoyen la información con una gran variedad de recursos.
9. Respuesta colectiva a la pregunta inicial. Una vez concluidas las presentaciones de todos los grupos, reflexiona con tus alumnos sobre la experiencia e invítalos a buscar entre todos una respuesta colectiva a la pregunta inicial.
10. Evaluación y autoevaluación. Por último, evalúa el trabajo de tus alumnos mediante la rúbrica que les has proporcionado con anterioridad, y pídeles que se  autoevalúen. Les ayudará a desarrollar su espíritu de autocrítica y reflexionar sobre sus fallos o errores.

La Educación según Francesco Tonnuci

Francesco Tonucci, conocido como Frato, es un psicopedagogo, dibujante y pensador famoso por defender la importancia que deben tener los niños en la organización y la vida de las ciudades. Ejerció como profesor, realizó una crítica satírica del sistema educativo actual y la forma de trabajar de las escuelas y ha investigado a fondo el desarrollo cognitivo de los niños, su pensamiento, su comportamiento y la metodología educacional. El 1991 puso en marcha en Fano, su ciudad natal, el proyecto “La ciudad de los niños”, que situaba a los más pequeños como protagonistas al planificar la ciudad. Te explico la visión educativa de este pedagogo italiano, que también en la escuela apuesta por escuchar, comprender y respetar a los niños.
Hay que escuchar a los alumnos y confiar en ellos. Es importante tener confianza en la competencia y la capacidad de los niños, en lo que saben, y escuchar su mundo interior, toda esa información y esos saberes que traen consigo a la escuela. Ahora los niños solo pueden escuchar al maestro, no se les da la palabra. Las escuelas deben ser democráticas, no igualitarias. Los estudiantes deben formarse como ciudadanos libres y soberanos. Por eso hay que huir del esquema tradicional en el que el profesor es quien tiene los conocimientos y los alumnos son vasos vacíos que hay que llenar y, por lo tanto, todos iguales. Los estudiantes acuden a la escuela con unos conocimientos y un saber que deben desarrollar, y el profesor debe ser capaz de motivarles e impulsar el proceso. La heterogeneidad en el aula es buena. La diversidad, lejos de ser una dificultad o una barrera, es una ventaja y una riqueza que debe aprovecharse. Ya sea cultural, de género, de religión o raza… Incluso es interesante mezclar a niños con diferentes edades en la misma clase, para sacar así el máximo partido a sus diferencias y características propias. Los niños deben participar en la organización de la escuela. Igual que la ciudad debe planificarse teniendo en cuenta a los niños y sus necesidades, los centros escolares tienen que implicar en su gestión a los alumnos. Si el niño participa de forma activa en la organización y en la toma de decisiones en el centro escolar, se sentirá parte de éste, sentirá que es “su escuela” y su conducta y desempeño serán mejores. El aprendizaje tiene que ser cercano y divertido. Los docentes deben escuchar a los niños para enseñarles a partir de lo que ya conocen y teniendo en cuenta lo que les motiva y les interesa. Además, deben ser capaces de aprovechar la capacidad de los niños para concentrarse y esforzarse en aquello que les gusta y les divierte, motivarles y apelar a su forma de trabajar, sus fortalezas y sus capacidades concretas. Necesitamos los mejores maestros. Un buen profesor escucha a sus estudiantes, busca la excelencia, personaliza el aprendizaje teniendo en cuenta la realidad del alumno y promueve el trabajo en grupo en vez de la competencia, porque cree en la suma de capacidades para lograr el éxito. La lectura en voz alta en el aula debería ser obligatoria. Leer en voz alta en clase es una de las herramientas educativas más eficaces. Todos los docentes deberían leer a sus alumnos durante al menos 15 minutos todos los días, con cierta teatralización, haciéndoles partícipes de las historias y los personajes para transmitirles el amor por la lectura. El juego y el ocio son importantes. Los momentos de libertad, esparcimiento y diversión fuera del aula resultan fundamentales para el niño y, además, influyen de manera positiva en el proceso de aprendizaje. Fuera del horario escolar, los estudiantes tienen que disfrutar, libremente y sin adultos, de su tiempo de esparcimiento, juego y actividades artísticas y culturales, como indica el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño . Además, estos momentos sirven para que los niños descubran y formen su carácter, sus actitudes y su forma de reaccionar ante el mundo. Los deberes son un error. Las tareas se piensan como ayuda, especialmente a los que más lo necesitan, pero no consiguen este objetivo porque generalmente los niños que tienen más dificultades no suelen contar en casa con el apoyo necesario para hacer los deberes. Esa labor de enseñar y cubrir las lagunas educativas corresponde al profesor, no a los deberes, y debe hacerse dentro del horario escolar. Una buena escuela se construye sobre la vida de sus alumnos. Estamos privando a los niños de su vida, solo les cargamos de más actividades formativas, cuando lo que necesitan es vivir experiencias y así tendrán algo que compartir al día siguiente en la escuela. Sobre esa experiencia se construirá el conocimiento. Por eso necesitamos ciudades que permitan a los niños vivir como ciudadanos.

¿Debería enseñarse ‘algo más’ que las materias contempladas en el currículo?

Desde mi punto de vista, la escuela conserva hoy en día una naturaleza que parecía normal en los años de mi infancia, en los 80 y parte de los 90,
Claro que sí. En una poesía que leí explica que los niños tienen 100 lenguas, 100 manos, 100 maneras de conocer, de jugar, de soñar… Tienen 100 lenguajes, pero les roban 99. ¿Quién lo hace? Muchos, incluidas las escuelas. ¿Cómo? Proponiendo poco, sólo tres o cuatro y nada más. Es decir, los alumnos que sacan buenas notas en Lenguaje, Matemáticas y Ciencias seguro que ‘salen adelante’, pero qué pasa con los que nacieron bailarines, investigadores, músicos, periodistas, artesanos… Para ellos la escuela no existe. Esto no es una escuela para todos, sólo para unos pocos. Creo que los colegios del siglo XXI deben ser lugares donde cada uno pueda reconocerse y pueda desarrollarse, donde cada uno encuentre lo suyo, porque propone un amplio abanico de lenguajes. En mi caso, por ejemplo, nací para explorar mi medio ambiente, y la escuela nunca se preocupó de eso. Obtenía entre 16 y 20 en ciencias y  de 10 para abajo en Matemáticas y siempre tenía miedo de que me suspendieran. No me sirvió ser el mejor en ciencias y estoy convencido de que si se hubiese reconocido mi competencia, mi capacidad en esta materia, seguramente mejorase en Matemáticas, por orgullo. ¿Deberes sí o no? No, en absoluto, sobre todo en el caso de Primaria. Me parecen un abuso y una equivocación. Son una equivocación porque los niños que más saben, los más capaces son los que normalmente tienen una madre o un padre que les puede ayudar u orientar y llegarán al día siguiente con los deberes hechos, y han aprendido algo. Pero pensemos en el niño que tiene problemas escolares, con numerosas lagunas; cuando llegue a casa es posible que no tenga a nadie a quién recurrir, a veces físicamente, a veces porque los padres tienen menos conocimientos que sus hijos porque son de clase social baja; es decir llegará a la escuela sin haber hecho los deberes o mal hechos. De este modo, la diferencia que hay entre estos dos niños ha aumentado un poco en vez de reducirse. Creo que los deberes, que son los ejercicios para recuperar lagunas o para fortalecer conocimientos, y que son necesarios deben ponerse dentro del horario escolar con la garantía de la presencia de un maestro que es el único que sabe lo que necesita cada uno de sus alumnos. Es inaceptable que la escuela pida a las familias que ayuden a sus hijos a recuperar cosas que ella misma no ha sabido ofrecer. Debe asumir su responsabilidad. Y son un abuso, porque desde hace cerca de 30 años hay una Convención sobre los Derechos del Niño, en el que hay dos artículos al respecto: el 28, que indica que los niños tienen derecho a la Educación y el 31, que lo tienen también para el tiempo libre y el juego, por lo que son dos competencias diferentes y con la misma importancia. De hecho, la investigación científica demuestra que el juego vale tanto como estudiar. Si las mañanas ‘son’ de la escuela, las tardes, el fin de semana y las vacaciones son de los niños, y que ellos lo administren como quieran.

"Que un niño se aburra en la escuela es algo que no se debería tolerar"

El problema es que existe la sensación de que una escuela que le guste a los niños no es un buen colegio. Los padres mismo, a veces, se preocupan si el niño va contento a la escuela porque piensan que esta no es seria. Esto se debe a que una escuela seria, tal como la recordamos los adultos, es la que hace sufrir a sus alumnos. Yo estoy totalmente en contra de esto. La escuela, para mí, debe ser un lugar ameno, simpático y agradable pues los niños pasan en ella mucho tiempo. Si en el trabajo la gente se encuentra bien, a gusto, trabaja mejor y produce más. La escuela es igual. Que se aburran los alumnos en ella es algo que no se debería tolerar y, sin embargo, se considera normal.
Para que los niños no se aburran en la escuela simplemente puedan hacer lo que a cada uno le guste.  Que cada niño haga lo que le gusta es permitirle que desarrolle aquello para lo que ha nacido, su vocación. García Márquez decia que «uno nace escritor, poeta o músico y a veces no lo sabe. Para él sería muy importante que, cuando entre por primera vez en una escuela, encuentre a alguien que le ayude a descubrir su juguete preferido».
Lo más importante de la educación no es impartir el currículo, sino ayudar al niño a dar con su juguete preferido, con el que desarrollarse y ser feliz toda la vida.
El secreto del maestro no es enseñar, eso es lo que cuenta menos, sino educar.
Mi deber como maestro es desarrollar las capacidades de los niños, no enseñarles mis competencias. Yo en mi época de estudiante era siempre el mejor en cencias, pero no le interesaba a nadie. Sufría mucho porque tenía problemas en matemáticas. Pero el maestro no me decía «como tú has nacido para cuidar el medio ambiente, no te preocupes, ya llegará la matemática». No estoy diciendo que hay que desarrollar solo lo que el niño quiere, pero si éste se dedica con toda su alma a ello, también desarrollará lo que le falta.
Las tareas no consiguen los resultados que la escuela propone. En teoría los plantea como un refuerzo para los alumnos más débiles... Entrenar, entrenar y entrenar hasta aprender. Los que ya saben mucho no se entiende por qué tienen que hacerlos, pues para ellos es un castigo y nada más. El problema está en que los alumnos más débiles tienen también familias débiles, pues lamentablemente el éxito escolar es correlativo al nivel sociocultural de los padres. Esto es una enorme injusticia. Otra denuncia a la escuela, que debería compensar lo que le falta al niño al nacer y no lo hace. Estos niños que saben poco muchas veces no tienen una familia ni preocupada por su experiencia escolar ni capaz de ayudarles con los deberes, pues casi siempre sus padres saben menos que ellos. Si un niño necesita recuperar, eso es una competencia que la escuela no puede dejar en manos de los padres. Ese es un papel que corresponde al colegio dentro del horario escolar, con la presencia y la garantía del maestro, que es el único que sabe cómo moverse para que el niño pueda recuperar las lagunas que tiene. Además, los deberes son un abuso porque ocupan un tiempo de los niños que no es del colegio. Los escolares ya pasan cinco o seis horas al día en el colegio y eso es más que suficiente. La escuela no tiene derecho a ocupar más tiempo de la infancia. Al contrario, debería estar sumamente interesada en que los niños aprovechen el tiempo fuera del horario escolar para jugar, descubrir y vivir experiencias que poder contar en el aula. La escuela necesita de la vida de los niños, si no recibe este aporte tiene que volver al currículo y al libro de texto, y por tanto es una mala escuela.

La misión principal de la escuela ya no es enseñar cosas

La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet. Entonces ¿cuál es su misión? Su misión debe ser el lugar donde los chicos aprendan a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo.
El colegio no debe asumir un papel absorbente en la vida de los chicos. Necesitamos de los niños para salvar nuestros colegios.
Propongo en primer lugar, que los maestros aprendan a escuchar lo que dicen los niños; que se basen en el conocimiento que ellos traen de sus experiencias infantiles para empezar a dar clase. No hay que considerar a los adultos como propietarios de la verdad que anuncian desde su pupitre. Recomiendo que las escuelas sean bellas, con jardines, huertas donde los chicos puedan jugar y pasear tranquilos; y no con patios enormes y juegos uniformes que no sugieren nada más que descarga explosiva para niños sobreexigidos. Y que los maestros no llenen de contenidos a sus estudiantes, sino que escuchen lo que ellos ya saben, y que propongan métodos interesantes para discutir el conocimiento que ellos traen de sus casas, de Internet, de los documentales televisivos. ¡Que se acaben los deberes! Que la escuela sepa que no tiene el derecho de ocupar toda la vida de los niños. Que se les dé el tiempo para jugar.
Pido a gritos a políticos y dirigentes que respeten la voz de los más pequeños.
La escuela debe hacerse cargo de las bases culturales de los chicos. Antes de ponerse a enseñar contenidos, debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que “llenar” porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo.
Pero cómo se deberían transmitir los conocimientos. En realidad, los conocimientos ya están en medio de nosotros: en los documentales, en Internet, en los libros. El colegio debe enseñar utilizando un método científico. No creo en la postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite desde un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica.
Yo me imagino aulas sin pupitres, con mesas alrededor de las cuales se sientan todos: alumnos y docentes. Y donde todos juntos apoyan, en el centro, sus conocimientos, que son contradictorios, se hacen preguntas y avanzan en la búsqueda de la verdad. Que no es única ni inamovible.
El rol del maestro debe ser el de un facilitador, un adulto que escuche y proponga métodos y experiencias interesantes de aprendizaje. Generalmente los pequeños no están acostumbrados a compartir sus opiniones, a decir lo que no les gusta. Los docentes deberían tener una actitud de curiosidad frente a lo que los alumnos saben y quieren. Les pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus animalitos, todo lo que hace a su vida infantil. Y que juntos salieran a explorar el afuera.
A veces pienso que la escuela no se relaciona con la vida. porque propone conocimientos inútiles que nada tienen que ver con el mundo que rodea al niño. Y con razón éstos se aburren. Hoy no es necesario estudiar historia de los antepasados, sino la actual. Hay que pedirles a los alumnos que se conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Que traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones que tienen que ver con el aquí y ahora. Esto los ayudará a interesarse luego por culturas más lejanas y entrar en contacto con ellas.
La escuela debe ser el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien la tecnología, donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo.
La escuela está asumiendo un papel demasiado absorbente en la vida de los niños. No debe invadir todo su tiempo. La tarea escolar, por ejemplo, no tiene ningún valor pedagógico. No sirve ni para profundizar ni para recuperar conocimientos. Hay que darles tiempo a los niños. La Convención de los Derechos del Niño les reconoce a ellos dos derechos: a instruirse y a jugar. Deberíamos defender el derecho al juego hasta considerarlo un deber.