Para muchos, la educación convencional no prepara a los niños para el Siglo XXI. Este modelo ofrece una alternativa a muchos jóvenes se están graduando y entrando al mercado laboral sin las habilidades necesarias para triunfar. Sin embargo, en muchas escuelas del país, educadores enfocados en la innovación han llegado a lo que creen es una respuesta educativa a los retos del nuevo siglo, lo que llaman un 'aprendizaje más profundo'.
Me acuerdo cuando estaba en el colegio y me preocupaba por mirar el reloj, una y otra vez, mientras el maestro recitaba fórmulas o fechas históricas, morir de sueño, y a la vez morir de ganas por salir a jugar. Quizá lo recordamos como una falla del docente, o como una falla en el sistema educativo. Pero para muchos, la falla es el sistema mismo.
El sistema educativo actual implica levantarse a la madrugada, escuchar al maestro y tomar nota, estudiar mucho y divertirse poco, llegar a casa y hacer dos horas de tarea, esto fue ideado en el siglo XIX, antes de que la globalización, la computarización y la desindustrialización de la economía transformaran nuestras vidas. En ese entonces una educación estandarizada y financiada por los impuestos de los ciudadanos era un concepto revolucionario. Demasiado ha cambiado desde entonces, pero para muchos la educación no ha cambiado a la velocidad a la que ha cambiado el resto de nuestras vidas.
Nuestro sistema en su mayoría se adhiere al modelo de educación de hace siglos, el modelo de la fábrica de la era industrial. Hace un siglo, quizá tenía sentido adoptar requerimientos de estar sentado.
El "aprendizaje más profundo" se trata de hacer la educación activa y no pasiva, donde los estudiantes son los motores de su propio aprendizaje. Se trata de enseñar a los niños a pensar de manera crítica, de darles herramientas útiles, de conectarlos con sus comunidades, de fomentar la empatía y de crear conexiones interpersonales. Todo esto ocurre a partir de los intereses del alumno. Cuando los alumnos toman su interés y sus pasiones y mezclan todo, y ellos toman la iniciativa en querer aprender, ahí es donde el aprendizaje real comienza.
En algunas escuelas del distrito de Chaclacayo y Chosica adoptan este modelo, los alumnos escogen y dirigen sus propios proyectos, demuestran lo que aprendieron al final del año exhibiendolos a otros compañeros.
Así, aprenden de los retos de la vida diaria y de la satisfacción de crear un impacto directo en quienes los rodean. ¿Por qué importa este tipo de aprendizaje?
Los trabajos que se espera crezcan más en los próximos 20 años serán: instalador de paneles solares, técnicos de turbinas eólicas, ayudantes de salud en el hogar, enfermeros personales, desarrolladores de software y apps, y matemáticos. Estos trabajos requieren habilidades en ciencias y matemáticas o habilidades interpersonales excepcionales (lo que se conoce como un coeficiente emocional alto) que
las redes sociales como las conocemos hoy en día. Es difícil imaginar cómo tendrán que ganarse la vida los jóvenes que hoy tienen 4 o 5 años cuando sean adultos. Lo mejor entonces es enseñarles a pensar de manera crítica, a aprender a aprender mejor, a adaptarse rápidamente, a tener confianza en sí mismos, y a relacionarse exitosamente con los demás, una habilidad que siempre será relevante. Aprender cuestionando, creando y enseñando ¿Cómo se ve esto en la práctica? Aprender por medio de proyectos, con el maestro como guía, es una de las claves. “Cuando ellos empiezan a investigar, nosotros vamos viendo, cómo van avanzando y cómo están llegando a donde tienen que estar para aprender. Enfatizo que el rol del maestro sigue siendo tan vital, activo y riguroso como en otras escuelas. “Los estudiantes no pueden hacer un trabajo que sea innovador, creativo, revolucionario, sin una buena estructura e instrucciones claras”.
La estructura no debería impedir sino más bien liberar la creatividad”.
Ese es el rol del maestro en el aprendizaje profundo: no se trata de impartir conocimientos como si los estudiantes fueran recipientes vacíos por rellenar, sino de ser un guía que ayuda al chico a alcanzar su máximo potencial. “Les damos los conocimientos básicos principales para entender una materia, un capítulo de un libro, y luego, basado en lo que ellos quieren aprender, van a ir investigando”.
Así ocurrió con una estudiante, Christina Rivera, de 17 años del Colegio San Francisco de Asís de Chaclacayo. De pequeña, Christina quería ser artista y se dio cuenta de que aunque amaba el arte, no quería ganarse la vida como artista. Su otra pasión era la psicología, así que decidió juntar las dos y escribir y fabricar ella misma una serie de libros para niños, basándose en sus investigaciones sobre cómo los niños pequeños aprenden más eficazmente. Christina realizó ya como estudiante universitaria de la Universidad Nacional de Educación una investigacion en escuela primaria de Chosica a la que iba todos los miércoles, para trabajar de la mano con los maestros un proyecto interdisciplinario, donde se conectan no solamente sus intereses sino que también se fortalece su conexión con su comunidad. Estas conexiones interpersonales genuinas son fundamentales al aprendizaje dinámico y profundo: la empatía, la compasión, la autorreflexión y la expresión saludable de las emociones son habilidades que los maestros les ayudan a cultivar y que se aplican día a día. Esto, como el aprendizaje verdadero, no es útil solamente en sus materias académicas, sino que los estudiantes las llevan consigo a sus familias y a sus relaciones por el resto de la vida.
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