A puertas de la antesala de nuestro bicentenario, nuestra Educación Superior enfrenta muchos desafíos. Es indispensable que dentro del Estado exista un ente político que diseñe y conduzca una política de Estado para la educación superior en el Perú; sin embargo, en la actualidad no existe ni lo uno ni lo otro. El Ministerio de Educación cuenta con una Dirección de Educación Superior, pero es una dependencia administrativa, no política. Esto ha conducido a que la política en materia universitaria se ejerza a través de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), pero esta es una entidad de supervisión, no de política. Así pues, el resultado es que la política del Estado es una de control y, eventualmente, de sanción. No es una política de desarrollo ni puede serlo en esas condiciones. La educación básica (primaria y secundaria) ocupa la inmensa mayoría de los esfuerzos del Ministerio de Educación; en los últimos años se ha hecho un buen trabajo, pero no existe un esfuerzo comparable ni en educación inicial ni en superior. Esta situación es estructural y debe corregirse. (…)
Existen medidas de mediano y largo plazo que es preciso tomar para dar calidad a la educación universitaria:
1. La educación técnica debe ser tratada como una especialización para el trabajo, sin aspiraciones de investigación científica ni conocimiento profundo de largo plazo. Ello supondrá actualización permanente. El mercado de trabajo (principalmente el del Estado) debe abrirse a estos títulos; ahora exige principalmente profesionales y, en muchos casos, maestrías.
2. Se debe desterrar la idea de que las universidades son islas. Debido a la desaparición de la Asamblea Nacional de Rectores, las máximas autoridades universitarias no tienen oportunidad de conocerse e interactuar. Es preciso que el Estado apoye la vinculación entre las universidades para hacer fructificar su trabajo común, así como para contar con un interlocutor calificado en el diseño y ejecución de políticas. En la actualidad, más bien la política pública tiende a disgregar a las universidades.
3. Deben revisarse de manera integral las reglas de establecimiento de subsedes y sucursales de universidades. Las existentes deben ser evaluadas estrictamente y disponerse el cierre de las que carezcan de condiciones adecuadas.
4. Debe impulsarse un esfuerzo para lograr que la enseñanza universitaria se desarrolle no solamente mediante la adopción de nuevas metodologías, sino también a través de la modificación regular de los planes de estudio, al compás del crecimiento del conocimiento humano.
5. Las universidades públicas pagan sueldos sumamente bajos a los profesores a tiempo completo, lo que conlleva que no dediquen el tiempo necesario a su labor.
6. En general, es preciso un esfuerzo financiero del Estado, con metas, para desarrollar la vida de las universidades públicas.
7. En materia de investigación:
7.1. El fortalecimiento del Concytec ya mencionado resulta esencial.
7.2. Debe hacerse un plan de promoción de la investigación importante para el país. Esto debe ser una política de Estado específica.
7.3. Deben establecerse los recursos económicos y de infraestructura necesarios para llevar adelante esta política de investigación.
7.4. Es necesario instaurar el escalafón nacional de investigadores para poder llevar adelante adecuadamente la investigación en el país.
7.5. Hay que llevar a cabo un ambicioso proyecto colaborativo entre las universidades públicas y privadas para desarrollar la investigación compartiendo recursos, y desarrollando la capacitación y la competitividad de los mejores a nivel internacional.
La necesidad de una política de educación superior de largo plazo en el Perú tiene dos requisitos: el primero es que tiene que ser parte de una política de desarrollo nacional descentralizado y, el segundo, que debe aspirar a metas altas, similares a las internacionales. Las políticas educativas están orientadas, en general, a mejorar la calidad y la cantidad de la oferta de profesionales y técnicos, pero si estos no encuentran empleo, es decir, si no hay demanda de profesionales calificados, los resultados pueden ser perversos, pues se puede fomentar el incremento de subempleados calificados o incentivar a la migración internacional. Es fundamental que se diseñen políticas sectoriales y de desarrollo regional para promover el empleo para los egresados de educación superior, para lo cual se requiere una estrategia de desarrollo económico, así como de ciencia y tecnología. Los objetivos centrales de la política de educación superior deben distinguir entre educación universitaria y educación técnica, pero también contemplar la integración entre ambos niveles. Las universidades deben ser uno de los principales medios para el desarrollo socioeconómico del país y de sus regiones, las principales proveedoras de profesionales y académicos competentes; les corresponde producir conocimiento científico y aplicado, así como formar a las élites económicas, políticas, tecnocráticas y culturales. Entonces, su rol principal debe ser ayudar a pensar y a transformar la sociedad. Los institutos técnicos superiores, por su parte, deben asegurar la mejor formación laboral posible con diversos perfiles para integrarse a todos los sectores productores de bienes y servicios con una instrucción sólida y práctica, tanto en niveles relativamente artesanales hasta sectores de tecnologías de punta. Por esto último es que su articulación con las universidades es esencial. Esto significa que la principal meta de la política de la educación superior será incrementar la calidad de las universidades e institutos superiores, considerando los estándares internacionales, y, al mismo tiempo, cerrar la brecha entre las mejores y las peores instituciones. Para ello, la política debería definir si este proceso se hace por competencia o por cooperación. La idea más plausible es cooperar para mejorar.
En cuanto a la investigación en las universidades peruanas tendría que darse una política de capacitación de parte de las instituciones encargadas de promover y apoyar la investigación en la educación superior. Pese a la nueva ley, sin embargo, muchos sectores universitarios del país tenemos la sensación de que realmente no existe una política para la educación superior en el Perú. Algunas recomendaciones: – Declarar la educación inicial y superior en emergencia – Proponer políticas de desarrollo de la universidad peruana y, en ellas, de la investigación de calidad – Desarrollar un auténtico control de calidad de las universidades y proceder a quitar la licencia a aquellas que no alcancen los estándares mínimos. Esto implicará tomar decisiones claras de protección a sus estudiantes, como se ha hecho en el Ecuador
– Fortalecer las universidades públicas y aumentar sus presupuestos
– Permitir y fomentar alianzas entre universidades públicas y privadas para emplear los recursos del canon regional. Es necesario sumar capacidades
– Además del rigor disciplinario propio de la investigación académica, promover la investigación inter y transdisciplinar en relación con problemas globales multidimensionales (el agua, la pobreza, la biodiversidad, entre muchos otros) que requieren aproximaciones multidisciplinares
– Crear fondos concursables, agregando otras disciplinas, como las ciencias sociales, las humanidades, arte y derecho.
– Desarrollar política de patentes, propiedad intelectual y centros de transferencia tecnológica
– Desarrollar políticas de apoyo económico directo a las universidades públicas y a las privadas que alcancen el licenciamiento y la acreditación, y que mantengan niveles de excelencia
– Fortalecer el vínculo de la investigación con la docencia
– Promover alianzas internacionales con centros de excelencia de fuera del Perú y con la cooperación internacional
– Crear un Ministerio de Ciencia, Tecnología y Educación Superior o por lo menos un Viceministerio de Educación Superior.
Sobre la gestión de las universidades y su financiamiento de universidades públicas y privadas el Estado debe asegurar que los escasos recursos que se destinen al campo educativo sean usados de la manera más eficiente, lo que significa asegurar que los estudiantes reciban una formación de calidad al más bajo costo. Para ello se debe trabajar en red aprovechando las fortalezas de las mejores instituciones educativas públicas y privadas, y empleando las tecnologías de información y comunicación (TIC) para desarrollar propuestas académicas de alta calidad orientadas a un mayor número de estudiantes en todo el país. Para ello, se deben articular los planes de desarrollo en educación superior con el Plan Nacional para el Desarrollo de la Banda Ancha en el Perú, que será la carretera de comunicación más importante del país para conectar todo el sistema educativo a nivel nacional. A través de esta red se pueden elaborar contenidos y programas académicos para ser aprovechados por muchas universidades y por miles de estudiantes; además, esta permite la optimización de recursos al máximo. Se pueden crear cursos comunes a todas las carreras de derecho, ingeniería, historia, desarrollados por los mejores especialistas del país y con la tutoría de asistentes de docencia, que pueden ser los mejores estudiantes de posgrado, que están desarrollando sus maestrías y doctorados en las mejores universidades del mundo. Los contenidos y los programas académicos deberían ser desarrollados por universidades públicas y privadas, sin dejar de lado el nivel de calidad y la experiencia académica en los temas que se quieren ofrecer. Los cursos, de esta manera, no son responsabilidad de un catedrático, sino que constituyen verdaderos espacios de cocreación y cooperación entre docentes y alumnos de todo el país. Se debe fomentar el desarrollo de universidades público-privadas, es decir, de asociaciones en las que el Estado pone recursos físicos (terreno, infraestructura, servicios) y las universidades privadas acreditadas aportan todo su know how académico.
Desde la fundación de la primera universidad en el país, es posible distinguir tres fases o etapas en la evolución del sistema universitario peruano. La primera se inicia en 1551 con la fundación de la actual Universidad Nacional Mayor de San Marcos y finaliza en 1960 con la existencia de diez universidades, nueve públicas y solo una privada. La segunda etapa comprende el periodo transcurrido entre 1961 y 1995, cuando se crearon 46 nuevas universidades, 27 privadas y 19 públicas. Al finalizar esta etapa, el número de universidades privadas prácticamente igualó al número de las públicas. Finalmente, la tercera etapa se inicia en 1996, con la promulgación del Decreto Legislativo 882, el cual trajo consigo un cambio estructural en el sistema universitario peruano al promover la inversión privada en universidades con fines lucrativos. Así, en el periodo 1996-2012 se establecieron 81 nuevas universidades: 23 públicas y 58 privadas. El deterioro de la calidad del sistema de educación superior ha tenido un fuerte impacto en el mercado laboral. La desregulación que tuvo lugar desde mediados de los 1990 facilitó la expansión de una oferta formativa de baja calidad, este es uno de los factores explicativos del elevado subempleo profesional que se observa en los mercados de trabajo. En efecto, a pesar de la notable expansión económica registrada precisamente desde mediados de los 1990, el subempleo profesional se ha mantenido a un nivel muy elevado, e incluso aumentó en 11 puntos porcentuales entre 2004 y 2011. Resulta indispensable adoptar todas las medidas necesarias para revertir, en el más breve plazo, el proceso de deterioro de la educación superior en el Perú. Esto supone afirmar, como política de Estado, el desarrollo institucional de un sistema de regulación y supervisión transparente es decir, abierto al escrutinio de la ciudadanía, con mecanismos de rendición de cuentas ante los poderes legítimamente constituidos– que opere al servicio del país con autonomía y eficacia, sin ceder a presiones de los grupos de poder.
La universidad es un negocio atractivo y lucrativo; pero lo más interesante es que el vigor de este ‘negocio’ se sustenta en una demanda que lo mantiene activo. Sin embargo, la gran interrogante es cómo se está satisfaciendo, es decir, si los profesionales que están entrando al mercado laboral son competentes, tienen una formación sólida y cuentan con las capacidades que necesita una economía basada en el conocimiento. Así, habría que dilucidar si lo que ha ocurrido es nuestro país más que una democratización de la universidad –porque permite el ingreso a la universidad a sectores que antes no lo tenían, a una formación de calidad que garantiza estándares internacionales, ha sido su masificación porque ha aumentado el número de estudiantes que llegan a las universidades que no garantizan la calidad de la formación que brindan; es más, que ofrecen una educación pobre en entornos no adecuados. Esto es especialmente importante de esclarecer, pues de esa manera podremos saber si efectivamente se está respondiendo a la demanda del mercado con profesionales competentes o si el hecho de que no se logre cubrir la demanda es consecuencia de que la formación brindada no concuerda con las exigencias. Sobre la importancia de la investigación básica no solo tiene el potencial de generar beneficios a partir de los resultados que produce, sino que también puede dar pie a aplicaciones tecnológicas en un plazo sumamente corto, aun durante el proceso mismo en que esta se lleva a cabo. De hecho, se puede derivar tecnología de campos tan distantes, aparentemente, del mundo práctico o aplicado, como el de la investigación de las partículas subatómicas, pues muchas de las herramientas desarrolladas para realizar investigación en este campo se han convertido muy rápidamente en aplicaciones tecnológicas. Entre ellas podemos citar a la world wide web (gracias a la cual podemos navegar por internet), destinada inicialmente para compartir información entre investigadores; la tomografía por emisión de positrones; la tecnología de aceleradores aplicada para terapias contra el cáncer; los paquetes computacionales que permiten calcular las dosis de radiación en estas mismas terapias; y así sucesivamente. Todos estos ejemplos nos muestran cómo la investigación en ciencia básica es decisiva para el desarrollo tecnológico. Un crecimiento de nuestra comunidad científica (actualmente en déficit) nos permitirá no solo aumentar sensiblemente nuestra producción de conocimiento científico de frontera, del cual se podrían obtener aplicaciones tecnológicas, sino que nos abre también una serie de alternativas que, si se dan las condiciones adecuadas, podrían tener un impacto determinante en el desarrollo del país. Una de estas es la posibilidad de migración de un porcentaje de estos científicos a empresas interesadas en desarrollar, o aplicar, alta tecnología, o bien que estos científicos formen sus propias empresas de alta tecnología. Si esto se da, la relación ya existente entre los científicos de la empresa y la academia constituiría uno de los medios más eficaces para incentivar la relación universidad y empresa, desde el punto de vista del desarrollo de tecnología. Esto ayudaría a fomentar la formación de clústeres de empresas en torno a las universidades, lo que sin duda incrementaría la producción de patentes que se desprenderían de esta relación.
En los últimos años, el interés por las humanidades ha desaparecido de la discusión sobre el futuro de la universidad peruana. Pocos se acuerdan de ellas; otros, tal vez una mayoría, cuando las ven u oyen citar, las restringen y encapsulan en actividades menores, sin trascendencia, inexistentes en las apuestas educativas e innecesarias en los modelos de desarrollo que predominan en el espacio público. Las humanidades tienen un campo más amplio de lo que suele pensarse. Lo habitual es que sean reducidas a lo estético, a lo subjetivo y sensible, percepción que inmediatamente intenta deslegitimarlas por falta de rigor científico, como si lo científico se redujera a lo tangible y cuantificable, y como si las ciencias humanas no contaran en su haber con aportes notables a lo largo de los siglos. Tienden a ser restringidas a la literatura, la lingüística, la filosofía, la historia. Grave error. Cuando uno habla de humanidades también incluye en ellas a Galileo y Hawking junto con Montaigne y Paz. Tampoco las matemáticas y la arquitectura les son ajenas. No es asunto de fronteras disciplinares, aunque cada una tenga métodos y tradiciones que deben ser preservados, sino de diálogo, cultura y de un horizonte que invita a comprender integralmente los fenómenos, y a darles respuesta sin perder de vista la complejidad y las exigencias que plantea cada perspectiva de estudio. Las humanidades son, por cierto, espacios de diálogo interdisciplinario, espacios que conviven con el permanente y fructífero trabajo de cada una de las ciencias que las integran, y cuyo progreso no se ha visto mellado por el paso del tiempo, sino que han sabido enriquecerse, renovarse y hoy ofrecen nuevos resultados y una larga lista de temas de investigación. Pensar en lo que queremos ser es también pensar en contenidos, en estrategias y en aquello que resulta indispensable. Las humanidades son indispensables. O, acaso, ¿estamos dispuestos a renunciar a ellas, a nuestra historia y a lo que somos?
sábado, 22 de abril de 2017
Los desafíos de la educación superior en el Perú
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