domingo, 22 de enero de 2017

Autonomía para las escuelas

El sabado pasado me encontré con un colega que me dio una noticia muy buena, me comentó que era director en un colegio de Chaclacayo, pero a su vez se sentía abrumado por tanto trabajo que tenia que realizar.
Bueno no es ningún secreto que nuestro sistema educativo carece de solidez. Esto ocurre, en gran medida, porque los maestros no están preparados para acompañar a los niños en el desarrollo de las competencias curriculares, como tampoco en el desarrollo de sus capacidades transversales básicas (planificación de trabajo, toma de decisiones, argumentación, formulación de preguntas, análisis crítico, etc.).
Esto no es solo responsabilidad de los maestros. El sistema carece de una estrategia pertinente para el desarrollo profesional docente.  En general, la realidad es dura para las instituciones educativas públicas, sus maestros y sus directores. Estos últimos, los líderes de las escuelas, pasan más tiempo realizando trabajo administrativo solicitado por la UGEL que acompañando a sus maestros.
Estos son algunos de los trámites: plan anual de trabajo, proyecto curricular institucional, proyecto educativo institucional, plan anual complementario, plan de supervisión, reglamento interno, nóminas de matrícula, actas, censo anual, inventario de mobiliario, etc. 
El director, en vez de dedicarse a estos trámites, debería ser quien construye con los maestros una comunidad de aprendizaje reflexiva orientada al diseño de estrategias eficaces que respondan al contexto y al grupo de niños con quienes trabajan. Hoy no tiene tiempo, porque gobierna el “papeleo”.  Se abre, entonces, una discusión importante sobre el control externo excesivo como estrategia para cumplir los objetivos, pues revela una falta de confianza en las capacidades profesionales de los directores.
¿Tiene sentido que tengan que responder a tantos mecanismos de supervisión administrativa? ¿Los ayudan a ser más competentes?
En el mundo, tenemos ejemplos interesantes de lo que ocurre cuando las escuelas cuentan con autonomía administrativa y pedagógica. Finlandia es un caso sólido. Allá, las escuelas no solo cuentan con autonomía administrativa, sino que no son supervisadas. Las inspecciones fueron anuladas hace tiempo probablemente porque confían en los profesionales a cargo de cada unidad.  En Finlandia, donde las escuelas consiguen resultados sobresalientes en las pruebas estandarizadas como PISA, el propósito es que los maestros acompañen a los niños en la construcción de competencias curriculares. Y que los directores acompañen a los maestros para que las estrategias sean pertinentes y estos trabajen de forma colaborativa. Las evaluaciones del gobierno local son en relación con el alcance de los objetivos pedagógicos, y los maestros se autoevalúan como parte de la cultura crítica que se promueve en cada escuela. 
La pregunta es si nuestras escuelas están listas para tal autonomía. Podríamos iniciar este camino creando un sistema escalonado donde las escuelas vitrina sean el punto de partida, o simplemente llevando a cabo un plan piloto y evaluando el proceso con un grupo control. Sin duda la autonomía puede ser un aliado de la responsabilidad y de sostener la motivación.  Lo mismo ocurre con los niños. Queremos que aprendan a pensar por sí mismos, que tengan autonomía de pensamiento y acción, pero les pedimos que “paporreteen” y los llenamos de libros donde las respuestas están dadas. Podríamos, más bien, crear las condiciones para que ellos desarrollen capacidades vinculadas a la organización, planificación, búsqueda de información, interpretación y diseño de soluciones necesarias para ser dueños de su vida y apasionados por seguir aprendiendo.
Nuestro sistema, en cambio, promueve el control y la repetición. Los niños repiten y hacen lo que el maestro dice, el maestro repite el mismo programa año a año aunque esto consiga los mismos (malos) resultados. Y los directores hacen lo que la UGEL les solicita.  Imaginemos una situación más favorable: el director y su equipo cuentan con la libertad para construir sus propios procesos administrativos y pedagógicos. La motivación de esa comunidad sería mayor, pues podrían crear sus propias soluciones. Si lo que se busca es que los maestros diseñen estrategias eficaces para que los niños aprendan, la creatividad necesita ser un pilar de la cultura dentro de las escuelas. Esta posibilidad de crear caminos propios haría de la escuela un centro de innovación, tanto en el campo de la gestión como en el pedagógico.

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