Durante mucho tiempo los docentes peruanos hemos priorizado el rendimiento de nuestros estudiantes, dejando de lado factores que continúan sin considerarse significativos como la enseñanza de valores, danza, deportes, etc.
El modelo tradicional enfatiza que, mientras el docente enseña el estudiante debe aprender, y que el éxito o el fracaso de esa relación educativa queda subordinada, casi exclusivamente, al talento y al esfuerzo del estudiante. Sabemos que enseñar y aprender involucra un camino más complejo, donde cada alumno y cada docente con sus actitudes y resultados escolares pone en evidencia cómo marchan las políticas educativas, la escuela, la vida familiar y sus propias emociones.
El aprender y el convivir en el aula, mantienen una relación tan estrecha que obliga a concertar una alianza solidaria; dos caras de una misma moneda difíciles de desvincular de la vida escolar, y que gestionadas adecuadamente permiten experimentar aprendizajes y desarrollo personal e institucional.
Las escuelas han sido siempre ámbitos espontáneos de convivencia; sin embargo, hoy las interrelaciones de quienes participan en estas comunidades educativas no pueden seguir siendo improvisadas sino que precisan ser planificadas.
A convivir se aprende en un lento camino que comienza en la primera escuela que es la familia y continúa en la escuela. Así, el niño, los adolescentes, entran a la escuela con sus distintas formas de relacionarse, y es en la interacción donde surge un clima social que puede favorecer o impedir que se cumplan los objetivos educativos con calidad.
Por esto, aquellas escuelas que buscan promover distintas actividades culturales y que organizan y gestionan de manera competente la cultura institucional y el clima de convivencia, son escuelas que logran desenredar los conflictos y enfrentan indisciplinas y violencias con idoneidad. En un largo camino que aún no finaliza, nuestra IE Cesar Vallejo se organiza adecuadamente y gestiona de manera idónea la complejidad institucional, priorizando el buen clima escolar y el tiempo real de aprendizaje.
Así, la enseñanza y el aprendizaje en la escuela se debe asentar en un clima positivo de relaciones interpersonales, el que estará influido: por el tipo de acuerdos que se establecen entre directivos, docentes y estudiantes, por la forma en que se establece la comunicación y cómo se organizan las rutinas administrativas y educativas. Si aceptamos a la escuela como un organismo social vivo, la comunicación que se establezca en ella debe generar las condiciones necesarias para que sea una escuela relevante y así, pueda realizarse el proyecto educativo institucional en un clima de bienestar.
La investigación nos ha mostrado cómo cuando los estudiantes consideran que las clases han sido bien planificadas, sienten que los docentes se esfuerzan por explicarles, están motivados a estudiar y perciben que han aprendido mucho, los niveles de conflictividad y violencia resultan inferiores.
Estudios realizados en la escuela, demuestran que los docentes a los que les gusta lo que hacen, son más generosos en las evaluaciones, se muestran más tolerantes, escuchan a los alumnos y estimulan la participación, logran mejores resultados que los docentes competentes en su materia pero más fríos y distantes con relación a la clase. Cuanto más pequeños sean los alumnos, más importante será la relación afectiva. Una sonrisa, un abrazo, una palabra amiga, frecuentemente tienen efectos más positivos sobre el aprendizaje que muchas órdenes y discursos aleccionadores.
Ahora, en cuanto a las evaluaciones que buscan medir calidad, tienen un importante peso cuando se intenta medir sólo el dominio de los estudiantes en relación a cuánto saben sobre Lenguaje, Matemática, Ciencias Naturales o Ciencuas Sociales. Pero, desde hace tiempo reconocemos la ausencia de otros aspectos más allá de lo estrictamente académico y un marcado déficit de formación inicial y continúa de los docentes en aspectos que hacen a una verdadera formación integral. Es importante tener en cuenta, cuando se piensa en establecer un nuevo sistema de clasificación y responsabilización, que el desempeño de los estudiantes no solo se debe basar en exámenes académicos sino también en factores relacionados al desarrollo social y personal de los individuos. Es por esto que formarse para educar integralmente a los estudiantes, exige organizar una estrategia de gestión para la formación de valores y otros aspectos “no cognitivos”, para lo cual, se requiere el esfuerzo decidido de directivos, docentes, alumnos y padres, con la finalidad de que se revisen las prácticas institucionales, su estructura, organización y procedimientos y se pongan al servicio de un proyecto educativo integral.
La violencia implica abuso de poder y este se puede dar en gran cantidad y variedad de situaciones, algunas ruidosas que conmocionan a todo el colegio, y algunos tipos de violencia difíciles de observar que pasan desapercibidas pero causan mucho daño.
La implementación de programas de prevención requiere siempre de una adaptación a la realidad local teniendo en cuenta las características de la propia comunidad escolar en particular la de los alumnos y las familias.
Así, a nivel de todo el colegio, se espera un apoyo para todos los estudiantes ya sea a través del currículum o de los reglamentos escolares, la infraestructura, la capacitación docente o la integración familia/escuela.
Lo importante es que se abarque a la comunidad escolar en su conjunto y pueda mirar a largo plazo. Algunos ejemplos concretos pueden ser:
- Establecer una disciplina justa y clara para los estudiantes y la comunidad escolar.
- El perfil de alumno, los alumnos deben saber lo que se espera de ellos en el colegio, lo cual muchas veces se da por sentado. Una vez que se definen dichos valores formativos, deben ser comunicados a la comunidad escolar y enseñados de forma permanente.
Lo más complejo de esta parte es situar a la disciplina como algo positivo que es esperado en los alumnos, y no basarse solamente en las prohibiciones del sistema escolar. Por ejemplo, es diferente una norma que dice “no ensuciar” versus “cuida tu aula ”, ya que el mensaje está puesto en lo que se espera efectivamente de los alumnos. Ahora, un afiche por sí solo no va a modificar conductas necesariamente, sino que es necesario enseñar dichas conductas. La mejor forma de hacerlo es establecer interacciones positivas con los alumnos por ejemplo, lo cual va a incrementar la probabilidad de que el cambio ocurra.
La idea es asumir que la relación que establecen las personas con su entorno influye en su conducta y viceversa. En este sentido interesa promover una serie de principios de esta metodología tales como vigilancia natural, fomento del control de accesos, fortalecer el sentido de pertenencia con el espacio escolar, reforzar la identidad del espacio escolar y fomentar la participación, entre otros.
Una forma sencilla de invitar a construir nuestra Institución Educativa es preguntar a los mismos estudiantes cómo les gustaría que fuese su escuela. Con los alumnos más pequeños es tan simple como hacer dibujos y con los más grandes encuestas.
Tambien promover una serie de valores y principios creados para fortalecer una formación más integral de los alumnos. Más allá de destinar una hora de clases a la semana para trabajar el valor del “respeto”, el desafío es instalar por medio de las mismas clases y a través de sus contenidos dicho valor. Es decir, el valor del respeto no se aprende hablando sobre su importancia una vez a la semana, sino por medio de conductas y acciones permanentes. El desafío acá es uniformar a una comunidad escolar, en especial docentes, padres y directivos, para trabajar de forma permanente estos valores transversales a lo largo de todo el año escolar. No sirve que lo haga solamente el Instructor del colegio o el responsable de disciplina, sino que todos en su conjunto, a tal punto, que si uno entra a cualquier clase en cualquier día del año, quede claro que valor se está trabajando de forma transversal.
A nivel del aula de clases se pueden promover apoyos más específicos a los alumnos, particularmente el desarrollo de habilidades sociales y la práctica de normas de convivencia. En este punto la participación de los alumnos es clave, ya que la invitación a trabajar estos temas, y a construir una convivencia saludable, debe ser junto a todos sus actores, y no una norma que se imponga a los alumnos simplemente como un “deber ser” que deben acatar. Otra estrategia es construir normas de convivencia dentro de la sala de clases. Esto implica generar espacios de decisión conjunta y democrática, que cuando son bien guiados y conducidos tienen buenos resultados dentro del aula. Una construcción de normas de convivencia al interior del grupo de alumnos, resulta ser clave para seguir promoviendo un buen clima. Es ideal que estén alineadas con las que se han establecido para toda la comunidad escolar. El trabajo con normas debe ser un proceso formativo. Algunas recomendaciones más específicas a este respecto serían:
- Oportunidad para reconocer las leyes ciudadanas (no discriminación). Junto con la reflexión en el aula, esto permite abrir la discusión a valores que van más allá de la escuela.
- Promover habilidades sociales. Esto mismo se puede incentivar desde la casa con las familias, lo que va a implicar una psicoeducación por parte del colegio. Una de las habilidades sociales a destacar en este punto es la empatía, que es una habilidad tanto cognitiva como emocional. Uno puede visualizar en su mente las consecuencias de sus acciones, o lo que puede estar viviendo un compañero; “ponerse en el lugar del otro”. Sin embargo, no siempre se reconoce el componente más afectivo de la empatía; es decir no solo imaginarse lo que le pasa a otro, sino sentir también esa emoción. Es como cuando una llora con una película. A eso me refiero, no sólo a imaginarnos la emoción de la pena, sino sentir pena también. Para esto, se pueden desarrollar actividades fuera del horario de clases, o durante las mismas, para ir educando estas emociones Potenciar los vínculos sociales dentro del curso. Siguiendo con ejemplo de estrategias a nivel del aula de clases, otro tipo de actividades a destacar son aquellas que logren potenciar los vínculos entre compañeros(as) de curso. La violencia es una forma de conocer al otro, una forma de relacionarse, que puede ser reemplazada por otras formas de relacionarse. Frente a los casos de violencia de tipo más abusiva (acoso escolar), se pueden prevenir potenciando desde los primeros niveles los vínculos, relaciones entre compañeros de curso. Los recientes estudios en acoso escolar han ido destacando el componente grupal como uno de los más influyentes en este tipo de violencia. De acuerdo a esto, se puede enseñar al mismo grupo a cuidarse entre ellos, lo cual parte desde el conocimiento grupal.
¿Cuánto conozco a mis compañeros de curso?,
¿Nos preocupamos de un compañero de curso cuando falta a clases?,
¿Conocemos a las familias de mis compañeros?, preguntas como estas pueden ser un buen punto de partida.
Para evitar el acoso escolar se debe trabajar primordialmente de manera grupal enseñando la importancia del rol de todos los compañeros en intervenir frente al acoso escolar, es una manera efectiva de intervenir. Realizar actividades, juegos, reflexiones y modelar una conducta pueden ser formas de hacerlo. Lo importante es enseñar que no es posible ser un testigo neutral frente a una situación de abuso, o se es parte del problema o parte de la solución.
Y para trabajar a nivel individual está el apoyo especializado (por ejemplo con víctimas y victimarios), un monitoreo y seguimiento de casos. Los niveles anteriormente descriptos eran estrategias de prevención dirigidas a todo el colegio y al aula de clases. Junto con estos niveles de intervención hay que diseñar estrategias a nivel individual para intervenir, que ya no son de prevención, sino de intervención directamente.
Destaco particulamente dos actividades, un método de intervención llamado “El Método de preocupación grupal” que ha sido usado varios colegios de Chaclacayo y Chosica. Este método consiste en un trabajo focalizado con las víctimas, victimarios y testigos de situaciones de acoso escolar. Se trabaja con los agresores por medio de un trabajo personalizado (por ejemplo con entrevistas) y se espera lograr su responsabilización frente a situaciones de maltrato hacia un compañero. Una vez que el alumno reconoce que sus acciones han sido causantes de una agresión se construye en un conjunto una estrategia de reparación hacia el compañero afectado. Este trabajo involucra también a los padres y a la familia del alumno. Con las víctimas se trabaja por medio de apoyo emocional enfatizando particularmente la idea de que la situación que está viviendo no es su culpa, ya que nadie se merece ser maltratado. En ocasiones es necesario realizar una derivación a un especialista para apoyar emocionalmente a estos alumnos. También se realiza un trabajo con sus respectivos padres de familia. Un tercer actor son los observadores en los que se promueve un rol de cuidado y contención de los afectados.
Y con las familias se trabaja de manera focalizada. Cualquier intervención en este nivel requiere de un trabajo cercano e intenso con las familias de los alumnos. Algunas familias tienden a sobre reaccionar frente a estas situaciones y otras no le dan gran importancia. Por lo mismo, el rol de la escuela en esto resulta ser clave; desde educar a las familias frente a este tipo de problema.
domingo, 28 de agosto de 2016
Calidad educativa y convivencia escolar
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