sábado, 14 de febrero de 2015

Los niños y niñas vagos y vagas, los grandes olvidados de la escuela.

Los niños y niñas vagos / vagas, los grandes olvidados de la escuela – Debate abierto He comenzado poniendo un título provocador, pues se tiene la mala costumbre de encasillar como vagos/as a los/as niños/as que tienen un bajo nivel de esfuerzo. En ocasiones he tenido charlas de café con otros/as profesores/as para analizar este problema que tiene la escuela con los niños/as que tienen grandes problemas para comenzar o para realizar una tarea prolongada de forma autónoma. La escuela ha ido preocupándose de otro alumnado que ha presentado dificultades por su bajo nivel de capacidad, o por problemas de atención (TDH) y ni que decir tiene por síndromes de Down o problemas de discapacidad como la ceguera o similares. Todo este tipo de alumnado recibe la atención y el afecto del profesorado así como de su familia, por lo que ante sus esfuerzo son felicitados y ello redunda en una buena autoestima que les permite ir superando los obstáculos escolares de forma feliz. Sin embargo el alumnado tachado de vago es totalmente incomprendido. Para empezar superan en los test de capacidad los percentiles que dan acceso a la ayuda de personal especializado y ello hace que queden descartados para recibir ayudas de refuerzo. Habría que comenzar diciendo que ningún niño/a elige tener bajo nivel de esfuerzo. Es posible incluso que las razones sean tan injustas como un nacimiento con problemas, un traumatismo craneal no tenido en cuenta o una herencia genética sencillamente. Es de  destacar como en muchas escuelas ni siquiera acceden a diversificación, pues el profesorado decide que para acceder a diversificación hay que querer estudiar y este tipo de alumnado se considera que no quiere. El profesorado no tolera que un alumnado con capacidad no trabaje, por lo que a lo largo de su vida escolar sólo verá caras de desprecio que se extienden a su casa a raíz de entrevistas donde reciben demoledores informes que hacen que las familias prolonguen esa desafección y decepción a las que durante toda su vida escolar van a tener que estar acostumbrados. Para colmo sus bajos niveles de esfuerzo conllevarán una baja autoestima, ya que como he comentado antes, la autoestima suele ir ligada en general a los niveles de esfuerzo y al afecto. Esta baja autoestima abonará su bajo nivel de esfuerzo con más desánimo, provocando un bucle que hunde al niño en roles de payaso o similares. Para colmo estos roles de payaso provocan más rechazo en el profesorado y en las familias, lo que hará que aumenten las manifestaciones de rechazo por parte de su entorno adulto, lo cual además se puede ver agravado en ocasiones por falta de respeto de sus propios compañeros/as. El niño/a con bajo nivel de esfuerzo sobrevive normalmente hasta 2º de E.Primaria donde el profesorado mezcla una parte importante de cariño con su acción educadora, pero es a partir de 3º de E.Primaria donde se empiezan a exigir resultados académicos como prioridad, este tipo de alumnado comienza a esa edad este calvario que puede terminar incluso en depresión. Si analizamos fríamente este proceso tenemos un panorama de entre 10 o 15 años mínimo de amontonar rechazos. Este alumnado además, al tener un nivel de inteligencia normal, se da cuenta de sobra, de toda las caras y gestos de las personas que le rodean, hablen o no con él/ella. Es hora de que los expertos en psicología de la escuela, orientadores y otros agentes empiecen a preparar al profesorado para que sepa tratar a este tipo de niños y niñas, proporcionando además recursos que puedan ayudar a mejorar los niveles de esfuerzo y autoestima que les permita hacer más llevadera esta carencia que les pone en clara desventaja respecto a sus compañeros/as. De momento sin ser un experto puedo garantizar que lo primero que se puede hacer es darle afectividad y aceptación en vez de rechazo. Lo segundo trabajar con ellos teniendo en cuenta sus capacidades de esfuerzo intentando ir mejorando desde su propia realidad, esfuerzos cortos y refuerzo positivo. (Evitar los reproches continuos, tanto de palabras como de caras de exasperación que tienen como único fin remarcar el fracaso continuado a sus promesas de mejora). Me he quedado en ocasiones con alguno de estos alumnos/as después de clase para que hagan algunos ejercicios que por falta de iniciativa, les ha costado hacer en clase normal, y no solo no se han ido enfadados, sino que al ser ayudados en esfuerzos cortos y con buenas palabras por sus resultados, ya que como he indicado tienen coeficientes de inteligencia normales, se van felices por haber resuelto con éxito las tareas. Al día siguiente por supuesto les volverá a costar casi lo mismo tener autonomía de trabajo en el aula, ya que el sistema no les va a reconocer sus carencias escolares y les va  a exigir el mismo ritmo de trabajo que al resto, pues su nivel de inteligencia así lo exige. Dejo este debate abierto a otras opiniones y quedo abierto a otros comentarios que ayuden a que nuestra labor escolar sea cada vez más eficiente y llegue a todo el alumnado, sea cual sea el problema que presenten.

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