Recuerdo cuando tenia 8 años, me gustaba correr y saltar sin parar, desde que me despertaba hasta que dormia, era inagotable. Con frecuencia me tropezaba y me caia mientras jugaba, no sabia calcular mi fuerza, menos mis impulsos.
Me distraia con facilidad, no me concentraba, me encantaba hacer varias cosas a la vez, pero nunca terminaba nada. Me gustaba estar con mis amigos, era un niño alegre y feliz, solo que un poco inquieto. Al menos eso era lo que pensaban mis padres.
En el colegio las continuas llamadas de atención de la profesora, mis bajas calificaciones y mi dificultad para seguir las instrucciones en el aula eran señales de un problema que se encuentra envuelto en la más encendida polémica. En conclusión era un niño muy hiperactivo.
Hoy en dia la gran mayoría de los psicólogos y terapeutas del comportamiento denominan a este cuadro trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Refiere a un trastorno neurobiológico crónico que afecta a menores de entre 4 y 17 años, y se caracteriza por la dificultad de estos en mantener la atención voluntaria a diferentes actividades que lo requieren, como las clases del colegio. Aunque en el país no existen estadísticas oficiales, se estima que entre el 3% y el 7% de la población escolar sufre algún grado de TDAH.
Los expertos calculan que en un salón de clases de 30 alumnos puede haber de 1 a 2 niños con este desorden neurológico, que les impide enfocar su atención por un largo tiempo, controlar sus reacciones e interactuar con otros pequeños sin parecer muy toscos. Las investigaciones revelan que es cuatro veces más frecuente en niños que en niñas (aún no se saben las causas) y que sus primeros síntomas aparecen antes de los 4 años. Sin embargo, la patología recién se vuelve evidente cuando el pequeño comienza a ir a la escuela. Allí debe respetar horarios, reglas y se hacen tangibles los problemas conductuales que le dificultan aprender y relacionarse de manera adecuada con sus compañeros y profesores.
No solo se necesita la intervención de un neurólogo, para un diagnóstico, sino también también la de un psiquiatra y la de un psicólogo para evaluar sus niveles de lenguaje, aprendizaje, psicomotricidad, sensoriomotricidad y conductas sociales. Además, es indispensable la colaboración de la profesora para identificar las reacciones del menor ante ciertos estímulos.
La medicación solo se recomienda si la terapia conductual no da los resultados deseados después de cuatro meses, o si la vida del niño es seriamente afectada por el trastorno, pero su uso debe ser prescrito y controlado por un médico, y sometido a un riguroso control interdisciplinario.
En nuestro país un gran número de padres rechaza esta posibilidad. Temen que la salud de sus hijos se comprometa aun más con la ingesta de psicoestimulantes. Estas medicinas mejoran la atención, regulan la actividad motora hiperactiva y, ocasionalmente, la capacidad motora fina; pero en casos aislados pueden tener efectos colaterales como insomnio, pérdida de apetito y de peso, irritabilidad y dolores abdominales. Por eso el uso de medicamentos aún está bajo discusión.
Este trastorno no tiene cura, pero que con un buen tratamiento personalizado, aplicado desde muy temprana edad, el paciente puede evitar limitaciones en su rendimiento escolar, en su percepción de sí mismo y desarrollo social. Antes se pensaba que los pequeños con TDAH no eran muy inteligentes. Hoy se ha comprobado que muchas veces tienen el coeficiente intelectual más alto que otros niños de su edad y pueden convertirse en profesionales brillantes, solo es cuestión de darles las herramientas adecuadas para vencer sus dificultades.
¿Estamos ante un mal nuevo, producto de las tecnologías digitales y nuevos entornos familiares, o recién la ciencia es capaz de hacer diagnósticos fidedignos?
El número de personas diagnosticadas creció explosivamente en las últimas décadas. Antes de los años 90, lo estaban menos del 5% de los escolares en el Perú El en el 2015 el porcentaje llegó al 11% e incluía por primera vez a adultos.
El incremento se debería más a factores sociológicos, como las técnicas educativas de hoy y las expectativas de los padres. El incremento de casos de ahora responde a una amplia tendencia a medicar comportamientos que antes se trataban de otra manera. Antes simplemente se los castigaba por su mala conducta, ahora tendemos a pensar que necesitan terapia y medicamentos.
¿Cómo sé si mi hijo tiene TDAH? ¿Cómo sé si yo tengo TDAH?
El diagnóstico debe ser efectuado por un profesional médico que tenga experiencia en el tema: neurólogo o psiquiatra. Los criterios diagnósticos más aceptados actualmente son los del Manual Diagnóstico y Estadístico, cuarta revisión de la Asociación Psiquiátrica Americana, Deben estar presentes por lo menos seis de los nueve criterios de Desatención o por lo menos seis de los nueve criterios de Hiperactividad-Impulsividad. Es necesario que algunos de estos criterios hayan estado presentes antes de los siete años y que se presenten en más de un ambiente. Puede sospecharse que un niño tiene déficit de atención cuando: no atiende como es debido en la casa o en el colegio, necesita que se le repitan las órdenes o instrucciones, tiene dificultad para organizar sus actividades, a la menor dificultad abandona lo que está haciendo, extravía prendas u objetos, se distrae con cualquier estímulo, es descuidado en sus actividades diarias. Puede sospecharse que el niño tiene hiperactividad e impulsividad cuando: se mueve continuamente en el asiento, se levanta de él innecesariamente, está en constante actividad, necesita que se le sugiera qué hacer en sus ratos de ocio, habla excesivamente en la casa y en el colegio, tiene dificultad para esperar su turno, precipita respuestas, interrumpe las conversaciones de quienes lo rodean.
Padre o madre de familia infórmese sobre el TDAH Involucre a su familia (pareja, otros hijos, abuelos, etc.) en el tratamiento de este trastorno, conversando y leyendo sobre el tema Comparta esta información con los docentes del colegio de su hijo Intercambie experiencias e información con mamás que también tengan un hijo con TDAH
- Mantenga una buena relación con los profesores de su hijo.
- Háblele a su hijo con claridad, firmeza y cariño (si está alterada es mejor no decirle nada hasta haberse calmado)
- Establezca horarios fijos para las comidas y hora de acostarse. Haga que el momento de irse a dormir sea agradable (léale un cuento o léalo con él, acompáñelo un rato para conversar tranquilamente)
- Reconozca su buen comportamiento y desempeño, felicitándolo y alentándolo
- Descubra qué habilidades tiene su hijo y haga todo lo posible por estimularlas. Es muy importante que su hijo se sienta a gusto en alguna actividad (que puede ser diferente a los estudios) y de ser posible, que destaque en ella
- Planifique cómo enfrentar determinadas situaciones problemáticas que suelan presentarse, para actuar adecuadamente cuando llegue el momento
- Busque momentos de relax (deporte, salir con amigas, etc.), pues la ayudarán a tener más paciencia con su hijo - Procure que las comidas familiares se desarrollen en un ambiente apacible que favorezca la comunicación
- Mantenga el buen humor Haga que su hijo firme un compromiso con usted con relación al problema más importante del momento, señalando la consecuencia que se derivará de su incumplimiento
- Evite que pase mucho rato frente a la TV (media hora de TV recreativa y media hora de TV educativa es una buena posibilidad)
- Redúzca los videojuegos a un mínimo, utilizándolos como premio al cumplimiento en el estudio o en el control de su conducta Comparta momentos con sus hijos que no tienen TDAH y agradézcales su apoyo Corrija primero los problemas más importantes y pase por alto los otros; más adelante llegará el momento de abordarlos
- Dé reconocimiento inmediato a lo que haga bien su hijo; la corrección de lo que hace mal también debe ser inmediata
- Infórmese sobre técnicas de relajación y enséñeselas a su hijo
Aquí les brindo seis consejos que le permitirán mejorar la relación con su hijo y ayudarlo en sus estudios.
1. Infórmese sobre la enfermedad y lo que significa padecerla. Es importante que diferencie un comportamiento ocasionado por la afección de otro generado por una mala actitud.
2. Instaure nuevos horarios para todo. Las personas con este diagnóstico responden mejor a rutinas que nunca varían. El tiempo dedicado a cada actividad no debe ser muy largo para mantener su atención.
3. Recompense sus buenas acciones. Todos los infantes necesitan recibir refuerzos positivos cuando se comportan de manera adecuada y los hiperactivos más. Un sistema que ofrece excelentes resultados es el de “puntos y fichas”. Si el niño cumple un objetivo planteado, recibirá una ficha con un determinado valor; y por cada mala acción, se le restará una.
4. Ayude a su niño a tener más amigos. A estos pequeños les va mejor cuando se relacionan con una o dos personas en vez de hacerlo en grupos grandes.
5. Organice su casa para evitar incomodidades y problemas con el menor. Establezca un lugar fijo para que su pequeño acomode sus cosas y haga su tarea con tranquilidad y comodidad. Así obtendrá mejores resultados.
6. Sea claro y específico con las tareas que le encomienda. Dígale exactamente lo que desea que realice y dele tareas cortas. Por ejemplo, que doble su ropa y la guarde en el ropero. Las instrucciones generales sencillamente no van con ellos.