Me ha llamado la atención la rapidez
con la que muchos opinantes han descartado esta propuesta, posiblemente porque
ya se han formado la idea de que el gobierno de Pedro Castillo hace anuncios
con propuestas irrealizables como la del 10% del PBI para educación… Además, se
basan en una regla de tres que dice que si hoy 1 de cada 5 ingresan a una
universidad pública, entonces el presupuesto para captar a todos sería 5 veces
mayor y eso es imposible de asignar a las universidades. (En las privadas
ingresa 1 de cada 1.3 postulantes o sea ya es casi universal).
No faltan quienes buscan una postura
en el medio (en realidad en el tercio) diciendo que está bien el ingreso
universal pero sólo para el tercio superior, es decir, por méritos acumulados
en la secundaria (pese a que, dicho sea de paso, no es un predictor del
desempeño en la universidad). Abstrayéndonos del “mensajero”, qué tal si nos
ponemos en el modo “sí se puede” y ponemos como meta lograr ese ingreso
universal, pero con un modelo que responda a otros sustentos.
1). El ingreso universal se produce a
un ciclo cero, de 4 meses, en modo virtual, que haría las veces de pre-gratuita
para todos los estudiantes, de modo que la universidad con sus propios modelos
de evaluación determine quiénes son aptos para continuar sus estudios a partir
del ciclo 1. Es probable que solo la mitad o menos logren pasar al ciclo 1, y
luego siga otro ajuste al pasar a los dos ciclos siguientes, como ya ocurre con
todas ingresantes a las universidades peruanas hoy en día. Esto tiene un costo
mucho menor que esa multiplicación por 5 del costo anual por alumno que
mencionan los detractores de la propuesta por razones económicas.
2). Este acceso universal a la
universidad traslada de la secundaria a la universidad elegida por cada alumno
la decisión respecto a si posee las aptitudes para continuar y encaminarse a
una de las carreras profesionales que ella ofrece. La secundaria no tiene por
qué ser la evaluadora de los postulantes a través de sus rankings de notas “que
le hacen el trabajo a las universidades” de seleccionar a los supuestamente más
aptos, sacrificando el rol del trabajo integral con los adolescentes, que debe
ser el foco de la secundaria.
3). Hay suficientes evidencias de que
el principal impedimento para la innovación pedagógica y curricular de la
educación básica, especialmente la secundaria, es esa misión implícita de que
la secundaria debe preparar para la evaluación de ingreso a la universidad,
renunciando a su focalización en el desarrollo cognitivo, cultural, social,
ético y emocional del adolescente. En una época de la vida de los jóvenes en la
que hay que abrirles la cabeza y promover que exploren las opciones más
diversas, la misión actual de formarlos como postulantes más bien les cierra la
cabeza y les coloca anteojeras para mirarse a sí mismos y sus opciones
futuras.
4). Esquemas similares podrían
pensarse para quienes quieran postular a la educación superior de orientaciones
alternativas a la universitaria.
5). Por último, unas palabras sobre el
“tercio superior” como equivalente a “alumnos más meritorios”. Es sabido por
los académicos que el desempeño escolar está fuertemente correlacionado con las
condiciones familiares de origen, y quienes tienen mejores condiciones aún
dentro de la escuela pública, logran más que quienes las tienen peores. Lo
acabamos de ver magnificado durante la pandemia. Siendo así, el esfuerzo,
dedicación y méritos personales que pone en juego quien viene de una situación
muy precaria para llegar a 5to de secundaria con promedio 13, puede haber sido
muy superior al de aquél que llega cómodamente al 16. Pero los rankings por
notas, lo dejan fuera de carrera.
Es cierto que no hay forma en la
sociedad de que aún a igualdad de condiciones, siempre se generen diferencias
que hagan que uno se desempeñe mejor que otro ante las mismas tareas. Con mayor
razón si no proceden de igualdad de condiciones. Pero vivimos en un mundo en el
que tener un grado en educación superior es un trampolín hacia el ascenso
socioeconómico. Siendo así, ¿no sería justo darle una segunda oportunidad de
probarse a sí mismo su capacidad de ser profesional a quien hizo enormes
méritos para terminar la secundaria, pero tuvo que pagar con bajas notas el
impuesto a sus condiciones de origen? Si en ese momento las condiciones de
origen o sus limitaciones personales determinan que no puede seguir adelante,
así será, pero al menos la sociedad lo habrá acogido y dado una segunda
oportunidad. ¿Sería una rareza que el Peru haga eso, que no hace casi ningún
otro país? Si. ¿Y cuál es el problema? ¿Tenemos que seguir siendo cola en vez
de ser cabeza?