Todos hemos soñado, en algún momento, con ser los protagonistas de los viajes y aventuras de las novelas de Julio Verne pero, ¿habríamos tenido valor para ello?. El autoconocimiento emocional (o el conocimiento de uno mismo) es la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, y constituye un factor esencial en la inteligencia emocional. Es una especie de "Viaje al centro de ti mismo". ¿Te atreves? Nuestras emociones pueden proporcionarnos información valiosa sobre nosotros mismos, sobre otras personas y sobre determinadas situaciones. Si escuchamos la información que nos proporcionan las emociones, podemos modificar nuestras conductas y pensamientos con el fin de transformar las situaciones. Y no me refiero únicamente al ámbito personal, las emociones desempeñan también un papel importantísimo en el ámbito laboral. De la ira al entusiasmo, de la frustración a la satisfacción, cada día nos enfrentamos a emociones –propias y ajenas- en el trabajo. La clave está en hacer que nuestras emociones trabajen en beneficio propio, de modo que nos ayuden a controlar nuestra conducta y nuestros pensamientos para obtener mejores resultados. El autoconocimiento emocional (o el conocimiento de uno mismo) es la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, y constituye un factor esencial en la inteligencia emocional. Ser consciente de uno mismo es ser consciente de nuestros estados de ánimo y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo. ¿Recordáis “Las 12 características de una persona emocionalmente inteligente” que vimos en el anterior artículo? Pues bien, los cuatro primeros puntos de aquél corresponderían precisamente al autoconocimiento emocional o conocimiento de uno mismo, que posibilita adquirir agilidad y habilidad en observarse y conocerse a sí mismo, reconociendo las emociones y los sentimientos según se van desarrollando. “De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a sí mismo” - William Shakespeare Se perfilan tres estilos de personalidad según la forma de atender o tratar las emociones: las personas que son conscientes de sus propias emociones, las personas atrapadas en sus emociones y aquellas que aceptan sus emociones con resignación. La persona consciente de sí misma es consciente de sus estados de ánimo. Son personas que conocen bien las facetas de su personalidad, saben qué están sintiendo y por qué, comprenden los vínculos existentes entre sus sentimientos, pensamientos, palabras y acciones, conocen el modo en que sus emociones influyen en su rendimiento. Son conscientes de sus puntos fuertes y de sus debilidades. Son sensibles al aprendizaje de la experiencia, a los nuevos puntos de vista, a la formación continua y al desarrollo de sí mismos. Y, muy importante, están abiertas a la crítica sincera y bien intencionada y cuentan con un sentido del humor que les ayuda a tomar distancia de sí mismos. Las personas atrapadas en sus emociones son personas que se sienten desbordadas por sus emociones, por tanto muy volubles a ellas y que en ocasiones sienten que no pueden controlar su vida emocional. No son muy conscientes de sus sentimientos, por lo que no saben actuar para tratar de evitar la negatividad. Pueden llegar a ser prisioneros de sus estados de ánimo. Las personas que aceptan resignadamente sus emociones son personas que perciben con claridad lo que están sintiendo y aceptan sus estados de ánimo sin tratar de cambiarlos. En este caso el perjuicio no está en la aceptación del sentimiento, sino en la inacción posterior para reconducir su estado emocional. Precisamente, el autocontrol emocional propone reconocer, dirigir y canalizar las reacciones emocionales intensas. El objetivo consiste en mantenerse en un clima emocional donde las emociones no lleguen a traducirse en una conducta indeseada. Para ello, el proceso pasa por: Tomar conciencia de la emoción que se está experimentando. Dar nombre a la emoción. Es muy útil para que la persona pueda adueñarse de su propio sentimiento. Aceptar el sentimiento, liberándolo de valoraciones o juicios prematuros. No olvidemos que nadie puede ser juzgado por un sentimiento sin más. Integrar el sentimiento como parte de uno mismo y aprovechar su energía en la elaboración de una conducta deseada, acorde con la auténtica motivación que tengamos para actuar e incluso los propios valores. De ninguna manera perseguimos anestesiar los sentimientos con idea de poder reprimirlos, entendiendo erróneamente el “autocontrol” descrito por Goleman: “La clave de la regulación emocional radica en mantener en jaque las emociones angustiosas; si son desmesuradamente intensas y se prolongan más de lo necesario, resquebrajan la propia estabilidad. (…) Una sana maduración personal no pasa por eliminar los sentimientos angustiosos, sino por aprender a detectarlos y tratarlos adecuadamente” El autoconocimiento es la capacidad de ser consciente de nuestras fortalezas y áreas de mejora (o limitaciones), lo que incluye también darse cuenta del impacto que nuestras acciones y reacciones pueden tener en los demás y en qué medida les afectan. También implica aprender a ser vulnerable y admitir que no se tienen todas las respuestas ni la habilidad para resolverlo todo. En un momento dado, a todos nos ha ocurrido que una emoción parece apoderarse de nosotros, sintiéndonos arrastrados por una especie de animal salvaje a una velocidad increíble, hacia un destino desconocido. Pero, si prestamos atención, las experimentaremos en planos más sutiles, mucho antes de que surjan con tanta fuerza, tanto a nivel mental (pensamientos recurrentes, diálogo interior) como en el plano más físico (dolores, somatización, etc.). Las personas que no reconocen sus sentimientos se encuentran en tremenda desventaja. En cierto sentido son “analfabetos emocionales”. Se trata de ser conscientes de lo que sentimos, pero también de cuándo y por qué lo sentimos. “Permitidme que comparta algo personal. Hace unos años tuve un problema de salud grave. De hecho tardé más de dos años en “volver a ser yo misma” y retomar mi vida anterior. Durante ese tiempo, en el que llegué a estar muy limitada físicamente, empecé a escribir. Nunca había escrito con anterioridad. Empecé a escribir libremente cualquier cosa que me acudía a la mente, rápidamente y sin detenerme. La idea era dejar que mi conciencia fluyera. Sin criticarme, sin juzgarme. Era una especie de diario personal en el que no había reglas, ni de contenido ni de formato. Empecé a escribir poesía. Recoger los pensamientos y sensaciones que rodeaban mis estados emocionales resultó ser de gran ayuda. ¿Creéis en las casualidades? Yo prefiero llamarlo azar. Justo cuando empezaba a retomar mis actividades me invitaron a participar en el proyecto del libro “27 de septiembre: un día en la vida de las mujeres”, en el que 29 mujeres escribían (o describían) en forma de diario personal lo que les acontecía o acudía a su mente en un mismo día. Veintinueve existencias diferentes de veintinueve mujeres distintas. Continuo escribiendo, claro. Cuando analizo el día intento destacar especialmente los aspectos positivos (acordaros de mi anterior artículo “Fijar las experiencias positivas”). En ocasiones utilizo el método de escritura “automática” o “fluir de la conciencia”, en otras estructuro una especie de diálogo en respuesta a preguntas específicas, sentimientos o hechos que hayan tenido lugar durante el día. Aquí nació también la idea de “Mover los Sentimientos” como herramienta para trabajar con nuestras emociones y sentimientos. Tengo el juego en la mesita de noche. Después de ese proceso de escritura y/o diálogo extraigo una carta. Anoto cuál ha sido la carta extraída y, tras leer las Pistas y Simbología correspondientes en el dossier de trabajo, analizo las posibles relaciones entre la sugerencia recogida y ese diálogo interno que me ha movido a escribir. Intento anotarlo todo porque la memoria tiene su propia picaresca y, en ocasiones, resulta caprichosamente selectiva. Por eso, y porque si decido marcarme un “objetivo de trabajo emocional” lo repaso 10 minutos cada 24 horas durante los siguientes 7 días. Un diario no es sino la excusa, el motivo aparente de algo que es más profundo: un vehículo para la expresión de los sentimientos y emociones como paso previo para comprenderlas y hacernos psicológicamente más fuertes y, emocionalmente, más inteligentes. Además ayuda a aliviar nuestras tensiones emocionales. Bueno, ya sabéis un poco más de mí.” La inteligencia emocional se puede alimentar, desarrollar y aumentar, no se trata, pues, de una cualidad que se tiene, o no se tiene.
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